Si lo que buscas es cultura, visita Place Saint-Anne, donde los bares y cafés se encuentran en edificios medievales con mucho carácter. Hay un sinfín de lugares animados para tomar una pinta y la creatividad de los chefs hace de Rennes un destino gourmet que no deberías perderte. En esta pequeña ciudad hay cerca de 400 restaurantes, que van desde establecimientos con estrellas Michelin hasta restaurantes tradicionales, bistrós y cafés. En el mercado de alimentos de Lices, el segundo más grande de Francia, es habitual encontrarse con chefs a primera hora de la mañana. Todos los sábados, más de 300 agricultores y productores de toda la región acuden a vender sus productos, que incluyen flores, mariscos, quesos y pan. No te vayas sin probar una especialidad local y pedir una galette-saucisse, una salchicha envuelta en una tortita de trigo sarraceno.
Si lo que quieres es hacer un recorrido turístico, una visita obligada es el Parlamento de Bretaña, un símbolo de la historia de la ciudad y un testimonio de la decoración parisina que influyó en su diseño en el siglo XVII. Rennes conserva la mayor cantidad de casas con entramado de madera de la región, que se suman al encanto de las calles medievales y que te harán sentir como si hubieras retrocedido en el tiempo.
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