Visitar “la Grande Île”, un tesoro declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es como sumergirse en un libro de historia (pero mucho más divertido). La Catedral de Estrasburgo domina el horizonte con su intrincada arquitectura y su impresionante aguja, mientras que las plazas de los alrededores están repletas de vida, cafeterías y lugares donde sentarse a observar a la gente. Encontrarás panaderías centenarias junto a animados artistas callejeros y edificios con muchas historias que contar (y gárgolas que no parecen tan habladoras).
Esta escapada urbana no es todo nostalgia en tonos sepia. La “Petite France” te conquistará con sus canales sinuosos y sus curiosos puentes, mientras que el Parlamento Europeo te recordará que Estrasburgo es tan moderna como pintoresca. En diciembre, la ciudad se transforma en un paisaje festivo de ensueño con su legendario mercado navideño, donde puedes beber vino caliente, maravillarte con los abalorios que se venden y contemplar un sinfín de luces centelleantes. El aroma a castañas asadas es omnipresente, ¡e irresistible!
A solo un breve paseo de la ciudad, la ruta del vino de Alsacia ofrece otro tipo de magia. Los ondulantes viñedos dan paso a pueblos de postal donde las encantadoras casas con entramado de madera son las protagonistas. Desde frescos Rieslings hasta dulces Gewürztraminers, déjate seducir por la amplia variedad de vinos y admira los salones de cata, que valen la pena el viaje por sí solos.